RÍO DE JANEIRO, Brasil - La atención de los puertorriqueños en la Isla y los millones más dispersados por el resto del planeta ha estado centrada durante las últimas 72 horas sobre la tenista Mónica Puig. No es para menos. Había pasado ya mucho tiempo desde la última vez que alguien consiguió lo logrado por la sanjuanera de 22 años: unir al país sin divisiones políticas o sociales, sin diferencias por raza, religión o género, y sin diferencias sobre cómo se deben atender los males que nos aquejan.
Para ella nada ha pasado inadvertido. Está al tanto de la fiesta que se vivió el sábado tras su gesta en la Plaza de la Barandilla en Viejo San Juan, escena que se replicó por todo lo largo y ancho del territorio nacional. Ya escuchó de las celebraciones realizadas por boricuas en diversas ciudades de Estados Unidos y de Europa, y hasta las vividas y compartidas por redes sociales por militares puertorriqueños en Kuwait.
“Creo que he unido a una nación”, declaró Puig al cierre de su encuentro del sábado en la primera entrevista televisiva que ofreció a la cadena estadounidense, NBC.
Ese sentimiento, seguía vivo un día después de su histórica hazaña de dar a Puerto Rico la primera medalla de oro olímpica en su historia.
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